domingo, 26 de diciembre de 2010

PIRATERÍA

Escribo esta entrada motivado por los comentarios de Andrés Pérez Domínguez, un reputado autor que siempre invita a reflexionar desde su blog o Facebook. La piratería era el tema de debate, y la posición de Andrés (a la que adhiero) es sumamente sencilla: “Los autores (de libros, películas, música y demás) deben poder ejercer su derecho de compartir sus creaciones en internet, si así lo desean, y ser remunerados por ello”. Es algo tan básico que casi provoca risa. Porque si reemplazamos en la frase anterior a “los autores” por “las personas” y lo de “compartir sus creaciones en internet” por “trabajar” entonces tenemos un preámbulo básico del mundo moderno.

Es curioso el término que utilizamos para la práctica de violar los derechos de autor, esto de “la piratería”. No os preocupéis, amigos, no empezaré con ese rollo de “el diccionario dice que...”, ya sabemos lo que hacían los piratas hace cuatrocientos años. Y digo que es llamativo porque muchas de las discusiones que normalmente se plantean en torno a este tema son tan arcaicas y primitivas como lo eran las formas de pensar de los correligionarios de Jack Sparrow.

El tomate mágico – o cómo los usuarios deberíamos decidir.

El comentario de Andrés que suscitó un respetuoso debate con algunos internautas, partía de un artículo de opinion de Javier Bardem, en el que decía que si hubiera un botón en internet para disponer instantáneamente de un tomate, nadie se molestaría en ir a comprar uno, con el consiguiente impacto nefasto en la industria tomatera. Si bien el ejemplo presenta sus problemas a la hora de trazar paralelismos (¿para qué inventar ejemplos cuando la realidad está llena de ellos?) hay un planteo bien claro detrás (que es seguramente el que quiso transmitir el actor) y es el siguiente: No se puede dejar en manos del usuario o los consumidores el cumplimiento de una normativa. Así es el mundo. Por eso las puertas tienen cerraduras, existe la policía, las cárceles, los sistemas de alarma en las tiendas... ¿Que no tendría que ser así? Claro, ¡sería fantástico! Pero no vivimos en la tierra de Mi pequeño Pony.

Juzguemos al artista – o cómo imponer condiciones.

Hay una batería de argumentos o planteos que van desde el hecho de “suponer” que tal o cual artista tiene dinero suficiente y por tanto lo necesita menos que nosotros, que determinado precio es exorbitante, que la descarga ilegal es sólo porque es gratis y no compraríamos el original, en fin, argumentos varios que me he permitido englobar en esta categoría. Andrés bien lo ha ejemplificado (sin necesidad de tomates tele transportados) diciendo que el hecho de que una Ferrari sea costosa no nos da derecho a ir al concesionario y llevarnos una. El señor Ferrari cobra sus coches al precio que quiere, y nosotros decidimos si los compramos o no. También funciona así para unos vaqueros, una cortadora de césped, un corte de pelo y, por supuesto, los tomates. Si el Estado considera que cierto hecho artístico (o un transporte público, un servicio cualquiera o lo que sea) debe ser accesible, entonces lo debería subvencionar y fomentar. Si avanzamos en esta dirección nos encontraremos con los ya conocidos debates sobre monopolios y demás cuestiones que hacen a una regulación apropiada del mercado, que, huelga decirse, va en la dirección opuesta de “pago lo que me place si me place”.

Internet, el hijo con privilegios – o cómo malcriar al benjamín.

Claro, llegó último. Hay que malcriarlo un poco. Cuando crezca, lo trataremos como al resto. Internet vive en la edad de piedra en términos de evolución. Hace un tiempo fue NAPSTER, el sitio de descargas ilegales que crispó los nervios de Metallica y de las discográficas. Se encendió el debate y finalmente el tecnicismo se impuso: esos sitios guardaban los archivos en sus servidores, por lo tanto violaban el derecho de propiedad intelectual. Podían, y pueden, ser dados de baja con relativa sencillez. Pero entonces aparecieron las redes de intercambio como e-mule o los primos más modernos: los torrents. Y aquí el problema es más complejo (en apariencia) porque los servidores de estos sitios no guardan ningún archivo ilegal, sino que sirven de nexo para que millones de usuarios conectados al mismo tiempo, compartan archivos (ilegales o no). Estos sitios se escudan precisamente en esto, en que no son necesariamente para archivos ilegales, sino cualquier tipo de archivo. Claro que funcionan gracias a que cientos de usuarios quieren intercambiar el mismo archivo al mismo tiempo, algo que estoy seguro no sucedería con el video del cumpleaños de mi abuela. Estos sitios se encargan además de disponer de un índice de archivos ilegales pero... claro, cuando vamos al fondo de la cuestión, sus servidores están limpios de la prueba del delito porque no hay archivos sino referencias a ellos. Así es como sitios como Pirate Bay funcionan desde hace años sin cambio de dominio y ante los ojos de todos.

En definitiva, aunque el 99% de los archivos que se intercambian gracias a estos sitios son ilegales, accionar contra ellos no es sencillo.

¿Difícil cuestión?

Yo creo que no.

Es sólo un ejemplo más de cómo el ÁRBOL tecnológico nos impide ver el BOSQUE, porque en la sociedad venimos superando barreras como esas desde hace tiempo. Veamos cómo las cosas son diferentes en “el mundo real”: En los aeropuertos del mundo (hasta hace muy poco) no se podía abordar con perfumes o elementos cortantes (esto sigue) porque uno podía hacer un explosivo casero con el primero o cortarle la garganta al piloto con el segundo. ¿Alguien me explica cuál es la probabilidad de que uno sea un terrorista vs. la de un viajante común y corriente que lo único que pretende es comprar un frasquito de Acqua di Gio para regalar? ¿Se trata entonces de probabilidades? De estos ejemplos hay miles. La famosa frase pagan justos por pecadores no en vano ha sido repetida hasta el hartazgo. Los argumentos en los que se escudan ciertas empresas y usuarios de internet para quebrar la ley son casi siempre de una simpleza que roza la idiotez. Voy a poner un ejemplo fuera de los libros y las películas para ilustrar este punto. En mi ciudad (como en tantas otras) están prohibidos los casinos. No sé si personalmente comparto las razones, pero es así, y todo esto se trata de aceptar la ley, ¿no? Claro que sí. Pues bien, con el advenimiento de los sitios de juego online (que se publicitan cada cinco minutos en televisión), nos encontramos con la ridícula situación de que una persona no puede acceder a una sala de juego física pero sí a miles virtuales. Pero lo curioso es que, en lugar de platearnos si es técnicamente posible restringir el acceso a estos sitios (que sería lo lógico), volvemos el debate hacía atrás (a la época de los piratas): ¿Deberían estar prohibidas en primer lugar? Yo no estoy en contra de revisar nuestras reglas; bienvenidos los debates. Pero, ¿vamos a retroceder por una dificultad tecnológica que ni siquiera hacemos el esfuerzo de superar?

Y aquí he llegado al punto importante, el que quería tocar en esta entrada. Me llama la atención que los debates de cómo mejorar internet no se centren en adaptarla para que allí también se cumpla la ley (como en la puerta de nuestra casa o en cualquier parte) sin alterar el espíritu libre con que fue concebida. No estoy en contra de internet. Internet es fantástica (incluso como es hoy). Pero debemos avanzar en la dirección correcta para mejorarla. Como todo invento magnífico, requerirá ajustes y desarrollo. No soy un técnico especialista, pero no imagino imposible que en una red de computadoras, no importa que tan grande sea o cómo viaje la información a través de ella, se puedan ejercer controles. No controles que sirvan para privar la libertad de expresión, ni recopilar datos sin nuestro consentimiento, ni para condicionar a los ciudadanos, sino controles para asegurar el cumplimiento de la ley, ni más ni menos, para proteger a los autores a la hora de cuidar sus obras, pero también para cuidar a nuestros hijos de pederastas o exposición de material inapropiado. Mi predicción es que no estamos lejos de que eso suceda, que en un futuro la información estará mejor ordenada y que funcionará algún tipo de organismo mixto, entre personas y programas, que se encargarán de velar mejor por organizar la red. Lo grandioso de internet, a mi criterio, no es que cada uno pueda hacer lo que le plazca (si fuera sólo eso no estaría aquí), ni el anonimato (a mí de hecho no me gusta el anonimato. Si hago o digo algo, quiero mi nombre impreso debajo) sino la magia de la comunicación, el abatimiento de las barreras, el acceso a una cantidad casi infinita de conocimiento y, por qué no, de arte. En ese futuro que imagino, donde los artistas más jóvenes podrán sustentarse y a la vez darse a conocer, todo será mucho mejor, y el material gratuito y LEGAL aumentará muchísimo.

8 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo contigo, Federico, tanto en tus opiniones como en reconocer lo difícil que resulta regular el mundo virtual. Me gusta la analogía del botón y el tomate. En general la gente lo toma al revés, por ejemplo: "yo no voy a pagarle derechos de autor al arquitecto cada vez que entro a mi casa". Pero esa analogía no es válida, porque la casa no la puedes duplicar a gusto. De momento, la manera más justa que tiene el autor de ser remunerado es a través de las copias vendidas, o se volvería a los tiempos pre-derechos de autor, cuando el autor vendía su obra por una suma fija miserable, la editorial/discográfica se quedaba con todas las ganancias y el autor moría de hambre. Con los derechos de autor, si el autor gusta, vende mucho y gana mucho, y si el autor no gusta, vende poco y gana poco. Conste: eso de que los derechos de autor tengan validez hasta 50 años o más después de la muerte del autor me parece un disparate. Pero ahí creo que son las corporaciones y los herederos presionando para poder seguir beneficiándose de los autores muertos.

    Hay que cambiar esa mentalidad de que el artista vive del aire, supongo. La cultura será un derecho, pero la comida también y la tenemos que pagar.

    Igual agradezco todo el caudal de conocimiento gratuito que hay en Internet. Es invaluable. Para mí la mejor retribución a eso, luego del pago económico, es aportar uno también un granito de arena al sistema.

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  2. Gracias por la mención, Federico. Seguramente yo también escribiré algo en mi blog. Es bueno que la gente se entere de la opinión de los creadores.
    Un abrazo,

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  3. Muy buenas, soy un seguidor de Andrés en Facebook y he llegado a este interesante apunte. Aunque el motivo del comentario es fuera de tema: ¿quién es el personaje dibujado que aparece en la cabecera del blog? Tengo la extraña sensación de que me recuerda a algún personaje que veía en mi infancia, ya fuera en la televisión, en libros o en cómics. Te agradecería la respuesta.

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  4. Se trata de Jack Sparrow, el personaje creado por Jhonny Deep en Piratas del Caribe. Saludos.

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  5. Uau. No puedo creer que quede alguien en el mundo civilizado que no sepa quién es Jack Sparrow :-P

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  6. Creo que Anónimo se refiere al dibujo de la cabecera. Me parece que es el científico de Regreso al futuro. ¿Es así?

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  7. Oh, sí, Andrés tienes razón. Ya me parecía extraño lo de Jack Sparrow.
    El encabezado es un dibujo del Doc Emmett Brown, personaje de la saga BACK TO THE FUTURE, interpretado por Christopher Lloyd. Saludos!

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  8. En efecto, como apunta Andrés me refería al dibujo de la cabecera, no a la foto del post. Las películas donde sale Sparrow no las he visto ni en el cine, ni en tv, ni en mi ordenador, pero sí que sé que se trata del personaje de la película de Disney.

    Ya decía que me sonaba. Tres películas que me encantaron al verlas en el cine con mi hermano mayor y que me encantan al verlas de nuevo. Durante un tiempo me despertaba con la banda sonora. ¿El dibujo es de algún cómic de la saga? ¿Lo hiciste tú?

    Gracias por las respuestas.

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