martes, 21 de agosto de 2012

The Stand de Stephen King – Edición Limitada

O cómo llegué a la puerta del coleccionismo, dudé…, y me largué.



Las fotografías corresponden a la única edición limitada y firmada que tengo en mi biblioteca. Se editó en 1990 y existen 52 copias numeradas en letras romanas, y 1250 numeradas tradicionalmente. La mía es la 590. La caja de madera que la contiene, la tapa de cuero y los laterales de las hojas dorados le otorgan un toque de distinción que no tienen otras ediciones limitadas, incluso más caras. Es considerada por coleccionistas y entendidos como una de las más bonitas y valoradas (de hecho, suelen referirse a ella como “La biblia”). El hecho de que se trate de The Stand (Apocalipsis), una de las novelas más aclamadas de Stephen King, ayuda a enaltecer a esta gran edición.

¿Cómo alguien totalmente renuente a coleccionar cosas terminó con semejante libro? He aquí la historia:

Dos pasiones muy grandes me han llevado al umbral de convertirme en coleccionista. Unos 250 discos de U2 y todos los títulos de Stephen King, varios de ellos en español e inglés, le harían suponer a algún desprevenido que eso es precisamente lo que soy. Y sin embargo cualquier coleccionista, o quién ha conocido a uno, sabe que la cantidad no es ni remotamente una condición fundamental para ser parte de esa casta tan particular. Mi argumentación filosófica para no haber subido a este peculiar tren, es que tanto la música de U2 como las historias de King son precisamente el nexo entre ellos y yo, y el envase debería —debe— ser absolutamente irrelevante. Pero la realidad es que soy desordenado, impaciente, detesto venerar lo material —especialmente libros— y no siento esa curiosidad inexplicable de acumular objetos por razones que van más allá de su utilidad.

He conocido a varios coleccionistas. De uno de ellos, Ariel Bosi, soy amigo desde hace muchos años. ¡Más de diez! Ariel posee una de las colecciones más impresionantes de libros de Stephen King, y he visto la dedicación con la que se ocupa de rastrear cada posible adquisición, intercambiarlas, negociarlas. Porque el verdadero coleccionista no es aquel que dilapida una fortuna comprando el primer libro que encuentra en internet. El verdadero coleccionista es paciente… muy paciente. Ariel me dice siempre que mi edición de The Stand un día estará en su biblioteca, y es muy probable que así suceda.

Nuestras posturas contrapuestas acerca del coleccionismo han salido a relucir en varias ocasiones. Varios años atrás le comenté que quizás me gustaría tener UN solo libro valioso, algo simbólico. Él me decía que una vez que yo empezara, terminaría convirtiéndome en coleccionista, que todo sería cuestión de dar el puntapié inicial. Y la cuestión se convirtió en una especie de código interno entre nosotros.

Así fue como en 2006, Ariel me habló de un norteamericano que tenía intenciones de vender su ejemplar de The Stand. Era una buena oportunidad y a un buen precio. Esta “biblia” es un libro que no se conseguía fácilmente, y que además podía ser considerado una inversión. Podía permitírmelo y, quizás en parte para probarle a Ariel que sí era posible tener un solo libro y detenerse, lo compré.

Resultó que su anterior dueño a su vez se lo había comprado a otra persona y me envió un correo extenso de cómo lo había conseguido y algunos “accidentes” que había sufrido el libro a lo largo de su historia. Esa crónica lo hace, a mis ojos, todavía más especial.

Pocas semanas después de haberlo comprado, sufrí un robo en el apartamento en el que vivía en ese momento. Me faltó dinero, algunos artículos electrónicos, sin embargo el libro sobrevivió, y así se escribió una anécdota más en la historia de la copia 590.

Desde entonces, el ejemplar de The Stand sigue siendo el único libro limitado y firmado de mi biblioteca. He conseguido salir ileso de las garras del coleccionismo. Al menos por ahora.